jueves, 4 de febrero de 2010

El hombre perfecto...


Tu desnudez Señor, nos viste en los silencios, nos arropa en oraciones, nos arrebata la luz. Prendados, de esos ojos que escapan en pudorosa fe, cruzas tus brazos en ese pecho que emanará sangre y agua, bautismo y eucaristía, de una pasión dolorosa. Nos prendes, Señor, en un fuego que quema pero no consume, nos eleva, sin levantar los pies, a la altura de un Creador catigado, de un titán desterrado del seno mismo de la divinidad. ¿Quién te talló, Señor, para hacer de la madera la más sublime mística? ¿Pudo alguien así, desnudarte para vestirnos, humillarte para ennoblecernos? ¿Quién pudo crear un hombre tan perfecto, calcar la divinidad en cada rincón de un cuerpo? ¿A quién buscas en esa mirada huidiza, apartando los ojos de la maldad que te arrebató el vestido? Por la fe, solo podemos, Señor, sentarnos a esperar tu palabra, murmurar la ayuda que te negamos, y leer en esa carne de madera, el Evangelio de la vida.

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